En intercambio de ideas, Roy y Galeano llaman a defender la verdad sin concesiones.
Eduardo Galeano y Arundhati Roy insisten en defender la palabra, en dar nombre a las cosas y en que hablar con la verdad ante el poder aún nos puede rescatar a todos.
Dicen que son gemelos. A veces ven los mismos colores en el mundo, a veces no, pero ambos son cazadores de la verdad en un entorno inundado de engaños, mentiras, sobre todo -afirman- eso de que nada se puede hacer, de que toda alternativa a esta realidad ya ha sido anulada.
"En tiempos oscuros, tengamos el talento suficiente para aprender a volar en la noche, como murciélagos; seamos lo suficientemente sanos como para vomitar las mentiras que nos obligan a tragar cada día; seamos lo suficientemente valientes como para tener el coraje de estar solos y lo suficientemente valientes como para arriesgarnos a estar juntos...
"Seamos lo suficientemente maduros como para saber que podemos ser compatriotas y contemporáneos de todos los que tienen una voluntad de belleza y una voluntad de justicia, sin importar dónde nacieron ni dónde se encuentran, porque no creemos en las fronteras de los mapas ni del tiempo, seamos lo suficientemente tercos como para seguir creyendo, contra toda evidencia, que la condición humana vale la pena....
"Seamos lo suficientemente locos como para ser llamados locos... seamos lo suficientemente inteligentes como para ser desobedientes cuando recibimos órdenes contradictorias a nuestra conciencia o contra el sentido común"
“Siempre ha estado Arundhati Roy donde creía que debía estar. Y siempre, en la literatura y especialmente en la vida, ha creído que debía estar en el otro lado. Sin dudarlo, sin sentirlo”.
“Nació -poco importa que viera la luz en Kerala que fuera libremente educada por su madre, que le gustara ir en bicicleta, que se hiciera arquitecta, que fuera actriz de cine y televisión, guionista y hasta profesora de aerobic- (nació) el día que ganó el Booker Prize en 1997 con “El dios de las pequeñas cosas” y desató las iras de los sectores más recalcitrantes de la sociedad india por su atrevimiento al contar los amores de una dama con un intocable, y que fue criticado por su obscenidad y corrupción moral; esto le costó una acusación criminal que aún circula por los juzgados y que le ha impedido traducir su libro en algunos estados del país. Pero no se inmutó. Su novela arrasó en los cinco continentes, fue traducida a todos los idiomas posibles, ganó numerosos y prestigiosos premios y la hizo rica”.
Fue su primera provocación y no iba a ser la última.
… y la acusaron de todo tipo de delitos. El Tribunal Supremo se sintió aludido y puso en tela de juicio el derecho de la escritora a criticar sus veredictos en este caso. La Autoridad Única también se sintió aludida pero ella siguió diciendo lo que pensaba. No rectificó sino que se ratificó. Fué a la cárcel; sabe que está en constante libertad vigilada pero no le importa.
Arundhati Roy, la mujer de las pequeñas cosas, es algo más que una escritora que una vez ganó un gran premio. Es la voz de los harapientos que no tienen voz, que no tienen futuro y se están quedando sin presente. Dice que publicará otra novela cuando tenga algo que contar; mientras tanto se dedica a escribir lo que nadie se ha atrevido a escribir.
“He sido acusada de todo tipo de cosas,
algunas ciertas, otras no.
Estoy muy feliz de tener un certificado de carácter
en el que dice que no tengo una buena conducta moral”.
El "dios de las pequeñas cosas“, de la escritora india Arundhati Roy, es una novela atravesada por la magia de quien es capaz de mostrar la belleza de cada minúsculo momento de una vida.
Un libro sobre historias de amor que no pueden ser (y a veces son; y a veces no), que “en realidad comenzaron en los días en que se establecieron las leyes que determinan a quién debe quererse. Y cómo. Y cuánto“.
Y también de las cosas que les hacían volver a respirar, las otras, las pequeñas: “Las Grandes Cosas siempre se quedaban dentro. No tenían adónde ir. No tenían nada, ningún futuro. Así que se aferraron a las Pequeñas Cosas.” Porque detrás de la aparente tristeza hay, rascando con cuidado, un fresco que muestra una imagen de definitiva -aunque diminuta- felicidad.
"La piel. El cuerpo que no existía más que donde él tocaba. El resto de su cuerpo era humo”
Cuando anunció los ataques aéreos, el presidente George Bush dijo: “Somos una nación pacífica” . El embajador favorito de EE.UU, Tony Blair (quien también actuó como primer ministro de Gran Bretaña) se hizo eco: “Somos un pueblo pacífico”.
Así que ya lo sabemos. Los cerdos son caballos. Las muchachas son hombrecitos. La guerra es la paz.
El amor es odio, el norte es sur, la paz es guerra.
“En América, la industria armamentística, la petrolífera y las mayores redes de medios de difusión, incluso la política exterior, todas están controladas por las mismas corporaciones empresariales”.
“¿Qué significa la paz en un mundo en el que la riqueza de 587 billonarios supera el producto interno bruto conjunto de los 135 países más pobres del mundo ? ¿O cuando los países ricos que pagan subsidios agrícolas de mil millones de dólares al día, fuerzan a los países pobres a disminuir sus subvenciones?
¿Qué significa la paz para las personas que viven en las ocupadas Irak, Palestina, Cachemira, Tíbet y Chechenia? ¿O para los aborígenes de Australia, o el Ogoni de Nigeria, o los kurdos en Turquía, o los dalit y adivasi en India?
¿Qué significa la paz a los no musulmanes en los países islámicos, o para las mujeres en Irán, Arabia Saudita y Afganistán? ¿Qué significa para los millones de personas que se ven obligadas a abandonar sus tierras por las presas y los proyectos de desarrollo? ¿Qué significa la paz para los pobres que están siendo despojados de sus recursos y para los cuales la vida cotidiana es un triste batalla por el agua, el refugio, la supervivencia y, sobre todo, la batalla por algo parecido a la dignidad? Para ellos, la paz es la guerra. “
“Sólo hay un sueño que merezca la pena tener…
vivir mientras estás vivo, y morir sólo cuando estás muerto”
“Por el amor. Para ser amado. Para nunca olvidar su propia insignificancia. Para nunca acostumbrarse a la violencia indecible y la vulgar disparidad de la vida que te rodea. Para buscar la alegría en los lugares más tristes. Perseguir la belleza a su guarida. Para nunca simplificar lo que es complicado o complicar lo que es simple. respetar la fortaleza, nunca el poder. Sobre todo, para ver. para tratar de entender. para nunca mirar a otro lado. y nunca, nunca, para olvidar".