domingo, 16 de noviembre de 2014

La dictadura de las multinacionales

Empecemos por el principio. La Comisión Europea explica en su web que el TTIP es “un tratado de comercio que se está negociando con los Estados Unidos (EEUU) con el objetivo de “eliminar los obstáculos comerciales para facilitar la compraventa de bienes y servicios entre la UE y los EEUU”. Para conseguir este objetivo el TTIP propone eliminar la “regulación innecesaria” y las “barreras burocráticas”. 

La Comisión Europa propone “eliminar la regulación innecesaria”. Pero a qué “regulaciones innecesarias” se refiere? Normalmente pone el siguiente ejemplo: “Un coche fabricado en la UE tiene que pasar los controles de seguridad de la UE. Pero aunque la UE haya dado por bueno, el coche tendrá que volver a pasar controles de seguridad en los EE.UU., a pesar de que la normativa de seguridad es similar”, lo que encarece el producto. La propuesta de un mismo procedimiento sirva para EEUU y para la UE tiene mucho sentido.

Pero el TTIP va mucho más allá de la seguridad de los coches y se extiende a toda la regulación: alimentos, medio ambiente, productos químicos y todo lo que aprueban los parlamentos de toda Europa. ¿Entonces con el TTIP una prohibición contra el fracking aprobada por un Parlamento Europeo podría ser calificada como una “barrera burocrática” y ser abolida? ¿Un salario mínimo podría ser considerado una “regla innecesaria” que podría ser obviada? 

La normativa que se busca armonizar mediante el TTIP, es muy distinta en Estados Unidos y en Europa. En los Estados Unidos apenas existe regulación para los servicios y los productos. Todo es comerciable hasta que se pruebe científicamente que es perjudicial. La responsabilidad no recae en la empresa productora, sino en la persona consumidora. Es la consumidora la que debe probar que el producto o servicio peligroso, para que se prohíba su comercialización en el mercado.

En Europa es justo lo contrario. Es el productor el que debe demostrar su producto o servicio no es perjudicial para poder comercializarlo. Si existe alguna sospecha el producto o servicio no se podrá comercializar. Por este motivo, muchos productos químicos autorizados en Estados Unidos, no se pueden comercializar en Europa, los transgénicos que se utilizan sin restricciones en Estados Unidos están limitados en Europa... 

El caso del fracking es clarificador. Como sabéis en el fracking para extraer el gas se utilizan múltiples productos químicos en el subsuelo. Estos productos químicos pueden contaminar los acuíferos subterráneos. ¿Qué hizo Bush? Excluyó a las compañias que se dedicaban al fracking de la normativa para garantizar la calidad del agua potable, es decir, posibilitó a las compañías la utilización de cualquier producto químico, aunque sean contaminantes. Si se contaminan los manantiales, deberán ser las personas perjudicadas las que tengan que demostrar científicamente que esa contaminación es debida al Fracking. Es decir, se aumenta la protección a la industria, poniendo en mayor riesgo a las personas.

¿Quién está detrás el nacimiento del TTIP?
La organización Corporate Europe –dedicada al estudio de las interacciones entre empresas y parlamentarios europeos– bautizó el TTIP como “la constitución de las multinacionales”. Si miramos quienes son sus “padres fundadores” esta definición no es descabellada.
Uno de los primeros rastros del TTIP lo encontramos en 1995 en Sevilla cuando se celebró una reunión bajo el título “Diálogos Empresariales Transatlánticos”. La reunión estaba convocada por el Secretario de Comercio estadounidense y el vicepresidente de la Comisión Europea. Entre los invitados a estos “diálogos” estaban los representantes de Goldman Sachs, BP, Ford, Xerox, Phillips, Repsol y el fabricante de armamento Dresser Industries. El objetivo de la reunión era “posibilitar que los líderes empresariales de ambos lados del Atlántico identifiquen las claves sobre el comercio entre Europa y EEUU” y “indicar los pasos que se deberían seguir para reducir el costo de hacer negocios “. Es decir: los empresarios se reunieron para decirle a la UE ya los EE.UU. lo que tenían que hacer en materia comercial.
 Las negociaciones sobre el TTIP se realizan en decenas de reuniones en ambos lados del Atlántico, pero la parte más visible de estas negociaciones son las “rondas de negociación”. La primera “ronda” tuvo lugar en Washington el 7 de julio de 2013 y hasta el día de hoy se han celebrado 7 rondas, la última el 3 de octubre en Maryland (EE.UU.).
En Europa uno de los primeros que pidió información concreta fue Corporate Europe Observatory quien a finales de 2013 pidió a la Comisión Europea la lista de los participantes en las conversaciones preparatorias de las negociaciones del TTIP.
Tras varias negativas la Comisión Europea se vio obligada a dar una lista con las 130 reuniones que habían tenido lugar hasta el momento. Según la información de la propia Comisión Europea, de las 130 encuentros, 119 (un 93%) fueron entre miembros de los gobiernos y grandes multinacionales: Morgan Stanley, General Motors, British Telecom, Met Life, Ford, Nokia o la British Bankers Association , entre otras.
Las negociaciones del TTIP también incluyen varios “grupos asesores”. Según Corporate Europe estos “grupos asesores” están “dominados por la industria”. Un hecho que reconocen los mismos grupos industriales, que se han mostrado satisfechos que los “grupos asesores” hayan adoptado “una perspectiva empresarial” y que “hablen un lenguaje empresarial”. En el otro costa del Atlántico las cosas son similares. Según el observatorio Public Citizen, que lleva 40 años trabajando en el Congreso de EE.UU., el 84% de los “asesores” en las negociaciones del TTIP en EEUU representan a la gran industria, donde encontramos la farmacéutica Abbot, el gigante agroalimentario Cargill o los fondos de inversión Capital Partners.
30 años de opacidad
Cuando Corporate Europe hizo pública la lista donde se veía que los participantes en las negociaciones eran básicamente grandes grupos multinacionales, los negociadores de EEUU se pusieron nerviosos y pidieron explicaciones a la parte europea sobre la “confidencialidad” de las negociaciones. Para tranquilizarlos el negociador europeo, García Bercero, envió una carta a su homólogo norteamericano Daniel Mullany. En la carta, con fecha de 5 de julio de 2014, Bercero informaba a los norteamericanos que “todos los documentos relacionados con las negociaciones estarían cerrados al público durante 30 años”. Esto incluye, incluso, a los diputados del Parlamento Europeo ya que, según Bercero, los documentos sobre las negociaciones del TTIP quedarían fuera de la Regla 1049/2001 que establece que todos los documentos de las instituciones europeas deben ser públicos. Todos excepto los del TTIP, porque tendremos que esperar 30 años …
Una de las posibles ganancias para las multinacionales está en la desregulación que permitirá que las empresas privadas se hagan con los servicios públicos europeos. La UE y EEUU se encuentran inmersos en un escenario post-burbuja en el que ya no pueden ganar dinero prestando dinero y por ello han elegido convertirse en rentistas con la intención de comprar carreteras para poner peajes, un ejemplo que se hace extensivo a todo el sistema público europeo, incluyendo escuelas, cárceles y hospitales. Los servicios públicos están en primera línea de fuego ya que uno de los principales intereses del TTIP es permitir a las empresas de EE.UU. hacerse con los servicios públicos europeos. 

3 puntos básicos


1) Someter la política a la economía privada, destruye también la posibilidad de que la sociedad se dote de servicios públicos y de políticas más igualitarias. Las grandes multinacionales que dictan los tratados a los estados no están ni por la igualdad de oportunidades ni por una redistribución de la renta más equitativa, sino por mercantilizar los bienes y servicios más básicos, privando el acceso a los mismos a una parte cada vez más grande de la ciudadanía.
2) Los Tratados abarcan lo fundamental de nuestras actividades y necesidades: empleo, transporte, comunicación, datos incluso de nuestras historias clínicas, servicios legales, subvenciones, educación, salud, residuos, agua, distribución de energía y comercio digital, y puede también implicar una mayor desregulación de unos mercados financieros descontrolados e hipertróficos.
3) Pretenden marcar el no retorno del control ciudadano y la política sobre sectores fundamentales para el desarrollo humano, impidiendo una sociedad con una democracia real. En este sentido, se incluyen cláusulas que vetan la posibilidad de recuperar o regular de nuevo un sector que ya haya sido liberalizado.

Este es el vídeo que hemos hecho sobre el TTIP.
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